23.11.09

Entrevista: Antonio Pujía.- “El arte es la razón de mi existencia”

Antonio Pujia nació en Polia, un pueblo de Calabria, Italia, el 11 de junio de 1929 y llegó a la Argentina en 1937, nacionalizándose argentino varios años después. Es uno de los más importantes artistas contemporáneos de nuestro país. Su obra está realizada en diferentes metales fundidos, como bronce, plata y oro y también en mármol.
Se formó con grandes maestros como A. Lagos, T. Troiani, A. Bigatti, Fioravanti , Rogelio Yrurtia, entre otros. Recibió el título de Profesor Nacional de Dibujo en la Escuela Nacional de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón y el de Profesor de escultura en la Escuela superior de Bellas Artes Ernesto de la Carcova. Ejerció la docencia en las escuelas Pueyrredón y Belgrano y también en su propio taller-escuela. Organizó el taller de escultura del Teatro Colón de Buenos Aires del cual fue su jefe durante los años 1956 hasta 1970 cuando renunció al cargo para dedicarse de lleno a la escultura artística. Cuando se cumplan los 100 años del Teatro Colón, el maestro estará presente como invitado de honor: “Estuve 15 años en el Colón, todavía tengo necesidad de ver esos rincones en donde pasé tantos años. Allí sin saberlo fundé el taller de escultura del teatro, que hoy tiene 12 personas. También formé mucha gente en el oficio. Fue un episodio hermoso de mi vida”.
Obtuvo el Gran Premio del Salón Municipal Manuel Belgrano en 1959, el Gran Premio de Honor del Salón Nacional de Artes Plásticas en 1960, la Bienal Alberto Lagos en 1961 y el Gran Premio del Fondo Nacional de las artes en 1964 entre otras distinciones.
El maestro Pujía, precursor de una disciplina que no carece de importancia en nuestro país, reafirma: “Empecé desde muy niño, tenía una vocación impetuosa sin saber que era vocación. A los dos años de estar en Bellas Artes me di cuenta que lo mío era la escultura. Fue como un mandato. A partir de 1944 hasta la fecha sigo con placer este mandato”. Reconoce que viene de una época distinta, reconoce que durante la primera mitad del siglo XX prevalecían las obras de gran tamaño y la necesidad apremiante del “encargo” gubernamental: “Hoy hay muchos escultores, pero muchas dificultades para mostrar dignamente, y la mayoría tiene que trabajar de otras cosas, las galerías se globalizaron, hay que pagar todo y las ventas no son tan importantes".
Y en el 2008, el maestro sigue al frente con la magia, modelando esa materia, sometiéndola a sus representaciones.

Celina Vive!: Nació en Italia, y desde muy temprana edad viene a la Argentina, que recuerdos llegan de esa época?
Antonio Pujía: Soy nacido en Calabria, al sur de Italia, viví allí hasta los 8 años. Era un pueblo chico y tranquilo, no había puertas cerradas con llaves. A mi papá lo conocí en Argentina, el había viajado antes debido a nuestra pobreza, mi madre ocupó el papel de madre y padre en esa época, época en la que escaseaba el dinero, época de guerra y de crisis. Mi abuela Carmela era un personaje amado, recuerdo que cuando volvía del cultivo me traía los primeros frutos, una vez me regalo un mirlo, ese pájaro para mí era un juguete maravilloso. Mi abuelo paterno se llamaba Antonio, de él heredé mi nombre. En 1937 pudo mi padre reunir un poco de dinero y pagarnos el pasaje en barco, fueron 20 días de viaje. En el barco comencé a sentir la añoranza, cuando llegué se agudizó, veníamos de un pueblo con montañas, nunca había visto un auto o una ciudad como Buenos Aires. El encuentro con mi padre fue muy emotivo, todavía tengo esas imágenes en mi cabeza. Quiero rescatar una cosa muy importante para mi historia personal, nosotros llegamos en mayo de 1937, a los pocos días mi padre nos había anotado a mi hermana y a mí en una escuela cercana a la casa que alquilábamos en el barrio de Caballito, recuerdo a mi maestra Teresa de primer grado superior, yo sabía muy poco de castellano, lo fui aprendiendo a medida que las vivencias me lo permitían, y recuerdo que era muy introvertido , muy metido para adentro, y en el margen de mi cuaderno hacía dibujitos, volaba con esos monigotes, y esta maestra, descubre lo que estoy haciendo, y en vez de retarme, me dice que siga dibujando, y eso fue una motivación para mí. Recuerdo también que mi compañerita de banco tenía una caja de colores, y yo la miraba como si fueran joyas, nunca había visto lápices de colores, la maestra le pidió a esta compañerita que me la prestara, y recuerdo que hice un dibujo en toda la hoja, le metí color a todo lo que daba, después de muchos años de terapia descubrí que lo que Teresa había hecho conmigo era abrirme la puerta de una nueva vida, había alimentado en mí una vocación muy incipiente.

Celina Vive!: Una docente que empuja con libertad
Antonio Pujía: De toda mi infancia, esto que cuento, lo llevo en mi sangre y en mi alma, y rescato la importancia que tiene haber tenido una buena docente. Luego, en otro colegio, cuando nos mudamos a Versalles, recuerdo que era el encargado de dibujar para las fiestas patrias, láminas, pizarrones, impulsado por otro maestro: Ricardo. Ricardo aconsejaba, de acuerdo a la orientación de cada alumno, qué teníamos que seguir estudiando, y sin titubear a mí me había aconsejado seguir Bellas Artes. Mi padre pensaba que como nosotros éramos obreros y de una clase pobre no podíamos pensar en seguir esos estudios, él quería que siguiera comercial, para después emplearme en una empresa. Yo tenía igualmente una obsesión muy instintiva con seguir Bellas Artes. Mi madre pudo ver que no era un capricho, y me ayudó, hizo el sacrificio de acompañarme para averiguar y anotarme, éste es otro gesto que lo valoré toda la vida. A los 12 años ingresé a la Escuela Manuel Belgrano. A la mañana estudiaba y por la tarde ayudaba en las tareas de la casa, cuidaba una pequeña granja y una quinta. A los 13 años comencé a trabajar en un taller de cerámica.

Celina Vive!: La herencia de la cultura del trabajo
Antonio Pujía: Vengo de una familia de trabajadores. Tuve la suerte que maestros maravillosos, grandes escultores de nuestro país, a muy temprana edad, me propusieron trabajar con ellos. En esa época los escultores trabajaban mucho por encargo (monumentos, placas recordatorias, bustos, etc.). Me sentía en la gloria trabajando con ellos, y ganaba bastante bien, y le llevaba dinero a mi madre. Recuerdo que el maestro Troiani había quedado muy conforme con un trabajo que me había pedido y me dio una suma de dinero bastante importante, cuando llegué a casa y se lo entregué a mi madre con orgullo, mi madre agarrándose la cabeza, me dijo: Vos te estás juntando con ladrones… (risas).

Celina Vive!:Cuando nos encontramos en la exposición de un amigo, Walter Gavito, usted decía que rescataba su obra, y valoraba que en tiempos de tanta materia se resaltara la figura humana… Usted está más cerca del humanismo que de otra corriente artística…
Antonio Pujía: El Humanismo en términos generales, a veces, no es una corriente política ni filosófica, es la vida de los seres humanos que habitamos este planeta. En el Humanismo que yo estoy inscripto, sin que sea una militancia, es la esencia de nosotros mismos, y la historia demostró que el ser humano es capaz de las cosas más bellas y milagrosas, como de las más terroríficas, hay varias gamas. El arte en general está inscripto en esa parte de la humanidad que está por la dignidad, por el bien, el progreso y la belleza, los artistas nunca nos enrolamos en la destrucción, en la violencia o en la maldad. El arte compensa y nos permite expresarnos a nosotros mismos, el arte es la expresión y la memoria de la humanidad, nos permite ser un alma benéfica que siente la humanidad de una manera persistente.

Celina Vive!: Antonio, quién maneja el arte en nuestro país?
Antonio Pujía: El arte propiamente dicho lo manejamos los que lo hacemos, después hay gente que lo utiliza, luego viene el comercio impuro. El destino principal es llegar al alma del otro para alimentar su sensibilidad, su percepción y también, si es posible, servirle de solaz. La mirada más profunda es la que va a la esencia que tiene esa forma, que se llama el contenido emocional, los artistas producimos esto. Hay gente que está vinculada al arte y se convierten en mercaderes, algunos lo hacen dignamente, pero otros hacen un uso indebido y lo transforman en un negocio. Si miramos con detenimiento la educación en general en el arte, vemos que está siendo totalmente descuidada, es caótica, y esto viene como consecuencia de los dictados, ciertos personajes no quieren que la gente sienta o piense, por otro lado la gracia y el escándalo no permiten que la gente se sensibilice, piense, se eduque y se eleve. Cómo hacen las grandes empresas para mantener a sus obreros: sometiéndolos, escatimándole el salario, haciéndolos sufrir, porque de esa manera no pueden pensar en otra cosa, y generan toda esta parafernalia de violencia y de crímenes, que es el sello de esta época. Entonces, el arte que cultivamos los artistas no les viene bien a ellos, por otra parte nosotros somos terriblemente obsesivos y pertinaces, porque somos auténticos y es nuestra razón de existir. La razón esencial es amar entrañablemente esto, aún cuando no tenemos demasiado éxito.


Entrevista: Carlos Romano

No hay comentarios:

Publicar un comentario